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R ecientemente, la Asamblea aprobó un proyecto que eliminó la cátedra Relaciones entre Panamá y los Estados Unidos de América, creada por ley en 1963. En su reemplazo, se dará la asignatura Historia Departamental y Republicana de Panamá.
Apoyo esta decisión, porque la historia panameña se ha concentrado casi excluyentemente en la zona de tránsito en desmedro de la periferia del país, y porque aún en relación a la zona de tránsito se enfatizó un narrativo de nuestra historia (el reivindicativo, ante Colombia y luego EE.UU.) y una identidad nacional (primordialmente de Provincias Centrales), desatendiendo otros elementos de la misma.
La provincia de Chiriquí es una parte indispensable de nuestro país, pero hace poco más de dos generaciones, Chiriquí estaba poco integrada al país. Esto cambió con la apertura de la vía Panamericana al inicio de los años 60, y con la migración de chiricanos a la Ciudad de Panamá. La historia nacional poco analiza esa integración y sus consecuencias. Tampoco nos da las herramientas para entender el regionalismo chiricano, que es más fácil entender si se comprende la poca conectividad de Chiriquí. Una integración similar está pasando hoy con Bocas del Toro. Falta todavía mucho que hacer para integrar a Darién, Panamá Este y Güna Yala, y poco lo notamos.
En relación al narrativo imperante, libros cómo De Selvas a Potreros de Stanley Heckadon nos explica mucho mejor los orígenes de Panamá, versus la seguidilla de eventos que se nos ha inculcado, muchos reivindicativos para con Estados Unidos.
También se nos han inculcado medias verdades. Esto se aprecia al leer el libro de Carlos Cuestas sobre la Guerra de Coto, que rebate la falacia de que Panamá ganó la guerra de Coto (victoria supuestamente arrebatada por EE.UU.), porque los ticos nos barrieron en el Caribe (donde se tomaron todo lo que les interesaba de Bocas del Toro). Si se lee este libro en conjunto con el libro Un Pueblo que no se Arrodillaba del norteamericano James Howe (sobre los Günas, culminando en la revolución de Nele Kantüle), queda claro que Panamá no tenía presencia ni imponía autoridad en los extremos caribeños del Istmo. Eso también es historia, y entender esta falta de presencia y autoridad da contexto a eventos modernos como la problemática SENAFRONT-Güna y por qué Bocas del Toro es una tierra carente de ley.
El narrativo histórico que se nos ha inculcado tiende a obviar la gran presión por integración y hasta racismo para con los grupos afroantillanos venidos a Panamá desde mediados del Siglo XIX (tanto anglo como franco parlantes). Gerardo Malloney escribió un excelente ensayo sobre esto en el libro Panamá: Cien años de República, publicado por la Universidad de Panamá para el Centenario, pero temo que pasó inadvertido, en parte porque nuestro narrativo histórico habla mucho de Gold Roll y Silver Roll (pecados norteamericanos), pero poco de nuestras propias culpas. Parece lógico resaltar el impacto sobre nuestra identidad de etnias cómo la china, indostana, etc., hasta el día de hoy con colombianos y venezolanos. Poco lo hacemos.
Finalmente, poco sabemos (y poco nos gusta admitir), lo paupérrimo, despoblado y salvaje que era Panamá en el Siglo XIX y a inicios del Siglo XX. La reciente obra sobre Ran Runnels de Andrés Villa y el excelente libro Génesis de la Ciudad Republicana de Damaris Díaz están allí para el que quiere saber sobre estos temas.
Albergo la esperanza de que al no tener que concentrar preciadas horas lectivas en un narrativo específico, podamos recobrar parte de nuestra historia y entender mejor quiénes somos.
ABOGADO