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Ego: La concepción especular de MZ

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PANAMÁ. A veces se piensa que escribir una novela es simplemente narrar un acontecimiento, contar algo que uno sabe o que se imaginó. Eso es sólo parte del asunto, lo que hay que adicionarle es bastante. Jane Austen, esa perspicaz novelista inglesa que entre los siglos XVIII y XIX iluminó las letras de su país con un brillo que perdura hasta hoy, afirmaba que las novelas son para representar al mundo como es, a los personajes como son, a los hechos como suceden, de tal manera que se puede encontrar en esa revisión una respuesta al origen de nuestros actos. Mario Vargas Llosa acepta que la novela sí es representación del mundo, pero de acuerdo con la visión del que escribe, quien suele usar un lenguaje cifrado para orquestar su propuesta ante el lector, y ese código elegido refleja de algún modo los sentimientos del novelista, su subjetividad. Tomando en cuenta estas dos opiniones, podemos concordar en que la novela es un medio para ver el mundo por los ojos de otro, pero que ese otro, que es el autor, ha de mostrarnos recursos para su labor. Que hay inequidad e injusticia en el mundo no es una novedad; lo sabemos y lo palpamos. Que muchas personas subsisten a lo largo de estratos sociales que no reúnen las mínimas condiciones para vivir decorosamente tampoco es sorpresa. Lo sabemos, pero nada hacemos, y es poco lo que se puede esperar de una casta política que aquí y allá, pese a tener en sus manos las riendas, prefiere velar con celo malsano por sus intereses. Este planteamiento subyace en Espejo de miserias del doctor Mauro Zúñiga Araúz. Autor que ha dedicado su vida personal a la denuncia pública contra las tres "t: tiranos, tiranuelos y títeres" que abejean siempre donde las democracias huelen mal (y ha pagado un alto precio por ello). El empleo meticuloso del lenguaje y de los recursos literarios de Zúñiga le imponen un indiscutible carácter literario a sus escritos. El lector no se encontrará en estas páginas una narración lineal, pues la trama se establece en una especie de vistazos sucesivos que, orientados por la acción de los protagonistas, nos permiten ver una vitrina de hechos humanos y sociales deplorables, pero tan auténticos que cualquiera pudiera identificarlos en su entorno. Recursos como la exposición de un diario, o la polifonía (empleo de varios narradores), nos dejan entrar en la intimidad de los personajes y, al verlos moverse por lo narrado, nos muestran también lo que sucede a su alrededor, que a menudo resulta una miasma sí, pero es precisamente nuestro derredor (y de allí la alusión al "espejo" que encabeza este artículo y que nombra la novela). He aquí descrita, entonces, la función principal de esta novela: mostrarnos lo que nos rodea, hacernos ver lo que hay en torno nuestro y, quizás, hasta los caminos por los que nosotros mismos transitamos. Mauro Zúñiga Araúz sabe esbozar personajes literarios de carne y hueso, sin que esto sea un contrasentido, porque se trata de valorar la contextura de verosimilitud que viste a cada actor dentro de la obra, y en esto hay aciertos notables, al ofrecernos en cada página un número de participantes en los que se ha invertido muchos sostén psicológico que apuntala todas las acciones que acometen en la narración. Con su novela, Mauro Zúñiga Araúz nos brinda el diagnóstico social, que no es bueno como bien sabemos y como nos los recalca "Espejo de miserias".

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