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Durante los próximos días, entre el 22 y 26 de agosto, se llevará a cabo en ATLAPA la VIII Feria Internacional del Libro de Panamá. A ello se debe el tema de que trata el título de nuestro escrito de hoy... Hablar o escribir sobre "El libro y su importancia secular" conlleva una gran responsabilidad, puesto que nadie duda de su valor como vehículo de educación y desarrollo. La eventual necesidad de proveer una mayor comunicación cultural y educativa a un mayor número de personas, ha obligado a los hombres de letras, de ciencias y hasta los técnicos, a incrementar en profundidad y en amplitud las áreas generales y especiales de los conocimientos que están destinados a trasmitir, estereotipando esos conocimientos en blanco y negro, mediante la impresión de variados documentos en libros, folletos, revistas, periódicos, etcétera.
El libro constituye, también, la más firme base del desenvolvimiento científico. Se pudiera afirmar, sin exageración, que sin su valioso concurso la ciencia no sería posible; como tampoco lo serían otros aspectos importantes de la vida espiritual humana, que tienen en sus páginas siempre acogedoras el medio de trasmisión por excelencia. La cultura, en general, es una vasta empresa de colaboración que supone dos tareas fundamentales, no realizables plenamente sino a través del libro; el cual, siempre en su misión de depositario fidelísimo del saber, proporciona a las nuevas generaciones la experiencia acumulada del pretérito para que ellas, nutridas de la savia fecundante, forjen a su vez el caudal que habrán de trasmitir a los hombres y mujeres del futuro.
El mayor prodigio de la Naturaleza lo constituye el pensamiento humano. Este se manifiesta a través de muchos medios, pero su expresión más común se hace por medio del lenguaje —oral y escrito— que el hombre regula conforme a determinadas leyes para producir mensajes de pensamientos comunicables. Una sociedad como la nuestra, en constante proceso de cambio y crecimiento acelerado, merece ser favorecida mediante una dinámica de acción conjunta, en donde participen todos los sectores sociales (públicos y particulares), teniendo en cuenta que en cuya ejecución no siempre ha de ser gestor principal el grupo dirigente.
Las instituciones de cultura no pueden realizar su cometido sino amparadas en los eminentes servicio del libro. Los maestros y profesores actúan como si fueran intermediarios amables entre el saber mudo de los libros y las inteligencias jóvenes ante quienes vitalizan, para facilitarles la asimilación intelectual, el vasto repertorio de la ciencia heredada. La Universidad añade a esta tarea otra de singular trascendencia, que consiste en formar a los nuevos investigadores, quienes no se conformarán con la pasiva aceptación del saber común, sino que, a su vez, acrecentarán con su propia cosecha la herencia científica recibida.
El libro, además, es en sí una institución escolar móvil que establece y mantiene una red de comunicaciones entre esas islas que somos cada uno de nosotros. Su función de divulgación y trasmisión de conocimientos no solo se ha limitado a las técnicas científicas, al relato histórico y literario, a la información puramente fría de los hechos, sino que ha promovido el conocimiento de otras lenguas, de otros idiomas, que hoy día forman una sola comunidad idiomática, lo cual representa la mejor esperanza de unificación de los problemas del mundo, y muy particularmente, de los pueblos hispanoamericanos.
Los libros han hecho factible el internacionalismo de la cultura. La grandiosa empresa de la ciencia moderna cuenta con la cooperación asidua de cuantos laboratorios y centros de alta investigación existen diseminados en los pueblos cultos, si sus oficiantes, como verdaderos obreros del saber, están cuidadosamente enterados, mediante las últimas publicaciones, de cuanto sus hermanos de especialidad realizan y obtienen en su heroico bregar. Ni diferencia de etnia, ni de idioma, ni presunciones gratuitas de la superioridad, cuentan como obstáculos que ensombrezcan la serena hermandad de los hombres y mujeres consagrados a elevadas faenas intelectuales.
Panamá, felizmente cuenta con una moderna Biblioteca Nacional, que orgullosamente lleva el nombre de "Ernesto J. Castillero R.", en honor a ese ilustre historiador panameño; administrada por un Patronato, cuya organización está adecuada en función de los intereses y necesidades de los niños, jóvenes y adultos, frente al reto que nos plantea el saber, cada vez más diversificado, como respuesta a la permanente necesidad de libertad y de desarrollo económico y social, síntesis de objetivos patrióticos a que aspiramos alcanzar plenamente todos los panameños.
PEDAGOGO, ESCRITOR Y DIPLOMÁTICO.